La salud es, fundamentalmente, una cuestión de armonía. Y eso sólo sucede -en el ámbito físico- cuando las actividades de los órganos y las funciones corporales se realizan de forma correcta y equilibrada. La ruptura de ese equilibrio –desarmonía- lleva a la enfermedad.
También sabemos que la actividad de las células de nuestro organismo genera sustancias de desecho que eliminamos de forma natural cuando sobrepasan el nivel de tolerancia (lo que depende de cada persona según su edad, herencia, estado general…) y que hay alimentos y productos -como el café, el tabaco, las drogas, muchos productos químicos, aditivos alimentarios, contaminantes, medicamentos, etc.- que dificultan esa actividad e incrementan la cantidad de elementos de desecho pudiendo llevar a los órganos depuradores, desbordados, a ser incapaces de desembarazarse de tantas toxinas.
En suma, la salud de un individuo depende en gran medida de la capacidad de su organismo para eliminar los residuos tóxicos, tanto de origen interno como externo. Y como el ser humano no suele ser muy respetuoso con las leyes naturales en cuanto a sus hábitos de conducta se refiere (alimentación, ejercicio, etc.), generalmente suele llegar un momento en el que comienza a ser obvia –por los signos- la necesidad de someterse a una cura depurativa. En ocasiones esos signos no se manifiestan con gran intensidad ya que se trata de síntomas generales como fatiga, caída del cabello, pérdida de apetito, uñas quebradizas, dificultad para conciliar el sueño, decaimiento, astenia y otros signos que denotan falta de energía. Pero cuando el nivel de toxemia es ya demasiado elevado algún órgano excretor podría verse saturado y dejar de cumplir adecuadamente su función. Y cuando eso se produce, por compensación fisiológica, otro órgano o grupo de órganos se encarga entonces de la eliminación de toxinas.
Así, a menudo aumenta la sudoración, se incrementa la frecuencia respiratoria, aparecen crisis diarreicas, la piel, las vías respiratorias y los intestinos aumentan su ritmo de trabajo para favorecer la eliminación… El ejemplo más claro lo tenemos en una intoxicación alimenticia, que suele cursar con vómitos y diarreas para facilitar la evacuación rápida de las toxinas perjudiciales para el organismo.
Es aconsejable, pues, una “cura de drenaje” o depurativa al menos una vez al año; por supuesto, adaptada siempre a cada caso particular. Además, una depuración puede serunaterapia en sí misma o bien actuar comocoadyuvante preparando al organismo para la aplicación posterior de otras terapias.
Y cabe recordar en ese sentido que, conjuntamente con la Fitoterapia, la alimentación es uno de los aspectos más importantes del proceso depurativo puesto que nos permite no sólo eliminar o restringir las toxinas de origen externo sino -mediante determinados alimentos- favorecer la eliminación de toxinas endógenas.
Pues bien, para reducir el nivel de toxemia de nuestro organismo hay que evitar –o, al menos, disminuir significativamente- el consumo de lo siguiente:
También sabemos que la actividad de las células de nuestro organismo genera sustancias de desecho que eliminamos de forma natural cuando sobrepasan el nivel de tolerancia (lo que depende de cada persona según su edad, herencia, estado general…) y que hay alimentos y productos -como el café, el tabaco, las drogas, muchos productos químicos, aditivos alimentarios, contaminantes, medicamentos, etc.- que dificultan esa actividad e incrementan la cantidad de elementos de desecho pudiendo llevar a los órganos depuradores, desbordados, a ser incapaces de desembarazarse de tantas toxinas.
En suma, la salud de un individuo depende en gran medida de la capacidad de su organismo para eliminar los residuos tóxicos, tanto de origen interno como externo. Y como el ser humano no suele ser muy respetuoso con las leyes naturales en cuanto a sus hábitos de conducta se refiere (alimentación, ejercicio, etc.), generalmente suele llegar un momento en el que comienza a ser obvia –por los signos- la necesidad de someterse a una cura depurativa. En ocasiones esos signos no se manifiestan con gran intensidad ya que se trata de síntomas generales como fatiga, caída del cabello, pérdida de apetito, uñas quebradizas, dificultad para conciliar el sueño, decaimiento, astenia y otros signos que denotan falta de energía. Pero cuando el nivel de toxemia es ya demasiado elevado algún órgano excretor podría verse saturado y dejar de cumplir adecuadamente su función. Y cuando eso se produce, por compensación fisiológica, otro órgano o grupo de órganos se encarga entonces de la eliminación de toxinas.
Así, a menudo aumenta la sudoración, se incrementa la frecuencia respiratoria, aparecen crisis diarreicas, la piel, las vías respiratorias y los intestinos aumentan su ritmo de trabajo para favorecer la eliminación… El ejemplo más claro lo tenemos en una intoxicación alimenticia, que suele cursar con vómitos y diarreas para facilitar la evacuación rápida de las toxinas perjudiciales para el organismo.
Es aconsejable, pues, una “cura de drenaje” o depurativa al menos una vez al año; por supuesto, adaptada siempre a cada caso particular. Además, una depuración puede serunaterapia en sí misma o bien actuar comocoadyuvante preparando al organismo para la aplicación posterior de otras terapias.
Y cabe recordar en ese sentido que, conjuntamente con la Fitoterapia, la alimentación es uno de los aspectos más importantes del proceso depurativo puesto que nos permite no sólo eliminar o restringir las toxinas de origen externo sino -mediante determinados alimentos- favorecer la eliminación de toxinas endógenas.
Pues bien, para reducir el nivel de toxemia de nuestro organismo hay que evitar –o, al menos, disminuir significativamente- el consumo de lo siguiente:
-Toda sustancia estimulante y tóxica como el café, el té, el chocolate, el tabaco y las bebidas alcohólicas, entre otras.
-Cualquier alimento de origen animal: carnes, mariscos, embutidos, pescados, huevos, leche y productos derivados (puede hacerse de manera paulatina si se desean suavizar los síntomas propios de la depuración).
-Todo alimento hecho con grasa animal saturada.
-El azúcar blanco.
-Los cereales refinados: arroz, pastas, harinas, pan, etc. (pueden consumirse los integrales).
-Los alimentos precocinados, enlatados y congelados.
-Los aceites refinados.
-Los aditivos, en general.
-Cualquier alimento de origen animal: carnes, mariscos, embutidos, pescados, huevos, leche y productos derivados (puede hacerse de manera paulatina si se desean suavizar los síntomas propios de la depuración).
-Todo alimento hecho con grasa animal saturada.
-El azúcar blanco.
-Los cereales refinados: arroz, pastas, harinas, pan, etc. (pueden consumirse los integrales).
-Los alimentos precocinados, enlatados y congelados.
-Los aceites refinados.
-Los aditivos, en general.
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